EDITORIAL Alejandro Borgo Nunca va a estar de más repetirlo: la ciencia no niega. Es un gran error pensar que si no hay pruebas de un fenómeno x, la ciencia niega su existencia automáticamente. Este es un prejuicio fuertemente arraigado en lo que suele denominarse "cultura popular". Pero difícilmente se arraiga lo que no se fomenta. Nunca va a estar de más repetirlo: ciencia y tecnología no son la misma cosa. No nos dejemos engañar por las apariencias, que no son otra cosa que tales. La ciencia busca el conocimiento del universo en general, y de los objetos y sistemas que lo componen en particular. La tecnología utiliza el conocimiento científico, pero no puede existir sin él. Ambas persiguen objetivos diferentes. La tecnología, como tal, puede usarse para salvar vidas o para matar con rapidez. El científico NO es quien decide ese uso. Sin embargo, frecuentemente escuchamos que la ciencia es responsable de la contaminación ambiental, de la bomba de hidrógeno, de los arsenales nucleares, de la guerra química. Esta concepción es errónea en el mejor de los casos, y fatal en el peor. Pero alguien la difunde y la sociedad la incorpora. Nunca va a estar de más repetirlo: la ciencia no es ni "fría" ni "cálida". Pretende obtener un conocimiento de la realidad que no esté contaminado por apreciaciones subjetivas e intencionadas. Por eso, la ciencia es un sistema autocorrectivo que no sienta sus bases en verdades absolutas e irrefutables. De esta maraña de confusiones saca provecho el pseudocientífico, quien no tiene ningún escrúpulo en utilizar la palabra ciencia cuando le conviene. Así es que los profetas de la Nueva Era han lanzado su arsenal de pseudomaravillas para venir a decirnos que está en puerta un nuevo orden, que una nueva realidad desconcertante nos espera tras la sórdida cortina impuesta por la "ciencia oficial". Y nos quieren hacer creer que esta "ciencia oficial" es una especie de Inquisición renovada e institucionalizada, que persigue a los nuevos "iluminados" y "elegidos", impidiendo que las grandes verdades reveladas --a ellos solamente-- lleguen a la humanidad. Pero, en realidad, deberían darse cuenta que ellos --al recurrir a la prueba por la fe, por el dogma, y por la revelación de entidades místicas o imaginarias-- son los que representan más fielmente a la Inquisición. Porque reniegan del juicio crítico y de la opinión independiente; porque se manifiestan abiertamente en contra de una visión racional y objetiva de los hechos; porque se cierran fanáticamente a cualquier dato empírico que derribe sus creencias; porque utilizan el conocimiento científico a su antojo en pos de apoyar sus puntos de vista; y porque, en definitiva, cualquiera que piense en forma reflexiva y cuestione sus propuestas exigiendo argumentos y pruebas científicas es peligroso para sus intereses --sean éstos emocionales, económicos, políticos, o de cualquier índole. Pero vayamos al principio de lo evidente: ¿cómo se llegó a curar el cólera, la tuberculosis, las diversas pestes que azotaron a la humanidad? ¿con los maravillosos "poderes ocultos" de la mente sobre la materia, con "talismanes energéticos", con las "ondas positivas del aura"? ¿cómo se llegó al conocimiento del átomo, de la mecánica de las partículas subatómicas, a la construcción de teorías científicas que hoy nos permiten transformar la naturaleza para nuestro beneficio? ¿con "magia blanca", mediante mensajes recibidos por médiums desde el "más allá", con la varita mágica de la meditación a nivel alfa? Para mí, se llegó a todo esto gracias al esfuerzo de miles y miles de investigadores y pensadores que, luchando contra terribles imposiciones dogmáticas, y dedicando miles y miles de horas de trabajo, con una sensibilidad y una ética al servicio del conocimiento y la humanidad, lograron vencer al oscurantismo, a la creencia a ciegas y al fanatismo, principales enemigos del progreso y el bienestar. |