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LA CRISIS DEL ‘90

 

LA CRISIS DEL ‘90

El colapso de la educación científica argentina

Lic. Daniel De Cinti


La pseudociencia se expande. ¿Qué rol juegan aquí educadores, divulgadores de la ciencia y científicos? ¿Es el "profesionalismo" una actitud que ha colaborado para que la pseudociencia crezca? Participación en congresos, jornadas y otros eventos para "figurar" y obtener un certificado, materias dictadas para abultar el "currículum" y otras actividades por el estilo conforman el aspecto extra-científico de la Sociedad Profesional.


José Babini (1), referencia así la profunda recesión de la ciencia en la Argentina, a comienzos de 1890, en pos de un auge puramente tecnológico. En lo que respecta a la profunda recesión, hoy por hoy, no ha cambiado mucho. "Nuestra" crisis del 90 se caracteriza no ya por una recesión, sino por una profunda ausencia. No son solamente aquellos que generan un "aspecto" científico alrededor de ellos, lucrando con las motivaciones, las esperanzas o el desconocimiento de mucha gente, los que han ocupado el lugar de la ciencia. También lo son los educadores, los formadores, los divulgadores científicos, los que están ausentes y son reemplazados por una gama amplia y difusa de pseudoeducadores, pseudocientíficos y pseudodivulgadores de la "ciencia". Basta con concurrir a algún evento de carácter científico --congresos, jornadas, o algo por el estilo-- para encontrar presentaciones por la fe, exposiciones que presuponiéndose científicas son un monólogo dirigido a un público al que poco le interesa de qué se habla y que la mayoría de las veces busca un certificado de algo científico, que se pueda obtener desde el bar o cafetería del lugar de reunión. Ni qué hablar del nunca bien ponderado "Comité Científico y Etico", un grupo de gente que la mayor parte de las veces no lee ninguno de los trabajos que se presentan, no exige el envío previo de los mismos para su análisis y aprobación --incluso, muchas presentaciones se hacen en borradores, los cuales jamás son llevados a un reporte potable y posible de ser obtenido por algún auditor.


Discepolín decía: "...lo mismo un burro que un gran profesor", y nunca fue tan cierto como en este "Cambalache" de la crisis del 90. En un congreso sobre hipertensión arterial esencial, un "científico" llegó a decir (resumiéndolo) que el hipertenso arterial esencial es una persona dependiente, humillada y que por tal, el cuerpo bombea sangre con mucha fuerza, para estar erguido y con la cabeza bien alta, afrontando así la vida con dignidad. Si esto fue presentado, podemos con toda ley, presentar un trabajo sobre la "Confabulación del hígado, inserto en un movimiento naturista" como explicación de la hepatitis.


Pero... ¿y el origen de todo esto? Sin dejar de lado los problemas económicos en la educación...hay otros: los planes de educación y los educadores. La educación en nuestro país es manejada por el político de turno, el que generalmente termina su mandato habiendo obtenido sustanciosas ganancias y ningún cambio (al menos positivo). No habrá presupuesto, entonces no habrá materiales, no habrá buenos educadores porque a los buenos no se les puede pagar, se podrán cerrar cátedras, escuelas y hasta universidades, se podrán cambiar planes de estudios, orientaciones de cátedras y catedráticos. Todo es un inmenso laboratorio educacional descontrolado, al antojo de quien quiera.


Hemos experimentado no hace mucho la inclusión de la materia "introducción al pensamiento científico" en el ciclo básico de las universidades. Esto constituyó un esbozo de modernismo donde lo malo no está en los alumnos que preguntan "¿esto qué es?" "¿para qué sirve?", sino en los educadores que no saben qué responderles, porque ¡tampoco saben qué es! La mayoría dicta la materia porque es una grieta abierta para colar en el currículum algo de la universidad. ¡¡¡Pero eso era antes!!! Hoy, ser profesor en una universidad, rara vez da algún crédito, pues rara vez se llega por el trabajo previo y serio, que debería ser la condición necesaria (aunque no suficiente, porque para quedarse habría que demostrarlo).


Algunas profesiones de reciente creación, tienen destellos de verdadera revolución educativa; en lo que a ciencia respecta, introducen materias tales como Investigación, Metodología de la Investigación, Filosofía de la Ciencia y de la Técnica, etc. Aunque muchos no saben la diferencia siquiera, todas hablan más o menos de lo mismo: EL METODO CIENTIFICO. Pocos entendieron que era nada más que el ordenamiento de un modo de ser muy común en el ser humano: la curiosidad). Pocos lo diferencian del Sentido Común, y pocos saben que no es el más común de los sentidos. La buena (no verdadera) capacitación en la actividad científica implica tener una actividad científica "real" y no de salón, trabajando duro y parejo, educando en forma racional, metódica y objetiva. Es una de las pocas tareas en la que se transmite casi con exclusividad una sola cosa: Actitud Crítica. El estado de la actividad científica en la Argentina no sería así de no haberse descuidado este aspecto. En un número anterior de esta revista, A. Borgo (2) llamó a bajar de las torres de marfil a los investigadores y personas que de una u otra manera se relacionan con la ciencia; pero no hay muchos que vayan a bajar, simplemente porque no hay muchos.


¿Somos los únicos? No. Somos unos de los más afectados. M. Bunge (3) relata una situación parecida, aunque no tan traumática, sobre el estado de la educación científica en Canadá, EE.UU., y el Reino Unido. ¡¡Ni hablar de los educadores!! Emmet Reid (4) hace un paralelo entre los logros de los políticos versus los de la ciencia y termina afirmando que un solo descubrimiento científico da al mundo más progreso y bienestar que muchos planes políticos; la ciencia ha dado una extensión de vida al ser humano que en términos relativos es casi tres veces mayor que la de nuestro origen. Sin embargo, muchos se formaron la idea (vaya a saber de dónde) de que el hombre es "esencialmente" político. Para creerlo hay que ser "ontológicamente" tonto.


La mayoría de los alumnos de las clásicas carreras en nuestro país obtienen conocimiento en Metodología de la Investigación sólo asistemáticamente; no es parte de sus estudios. Es resultado es el no-control, la no-medición, la no- objetividad, tanto de las propuestas como de los resultados. Entonces surgen, se alimentan y entronan los Dogmas en todas sus formas: religiones, sectas, partidos políticos, etc. De lo contrario, ¿cómo puede existir una "Universidad Argentina del Alma", un "Instituto Superior de Parapsicología", etc.? Y están habilitados para "educar", y por ello otorgan "títulos". Algunos dictan cursos de parapsicología o terapia sexual, astrología o psicología de alternativa. Chantocracia y Charlatanismo. Hoy cualquiera monta Talleres, Jornadas, Simposios, palabras y eventos que junto a Universidad, Instituto, Escuela, etc., antes denotaban algo que era serio; no cualquiera ni de cualquier forma podía hacerlo. La crisis del 90 se agudiza cada vez más. Los esfuerzos de los educadores en el pensamiento científico llegan y calan profundamente en sus alumnos, y hay en la docencia un sabor muy agradable cuando ellos comentan cómo les ha "cambiado la vida". Educar en ciencia implica brindar herramientas racionales a todos, igualar mentalidades en lo que respecta a la fundamentación teórica y empírica de los argumentos; formar profesionales capaces de evaluar estados, tomar decisiones, planificar y controlar los resultados. No entrar en el descontrol del pseudoconocimiento. René Favaloro declaró no hace mucho: "Lo único que queremos los investigadores es que no nos persigan". La moderna Inquisición ha llegado de la mano de los pseudo-todo, favorecida por el estancamiento de necesarias revoluciones científicas en la educación y una falta de compromiso por parte de los educadores. Esto no se hace desde el púlpito de una cátedra sino desde las barricadas contra el pensamiento mágico. Hay que parar la pelota y mirar alrededor. Nos daremos cuenta de que no estábamos en un partido de fútbol sino en una gran reunión de "sanación" del Pastor Giménez.


BIBLIOGRAFIA

(1) Babini, José, "La ciencia en la Argentina", Eudeba, 1971.
(2) Borgo, A.J., "El auge de la pseudociencia", El Ojo Escéptico Vol. 1 Nº 1, Marzo 1991.
(3) Bunge, M., "La percepción popular de la ciencia en norteamérica", El Ojo Escéptico Vol. 1 Nº 2 (Supl. especial), Agosto 1991.
(4) Reid, E.E., "Invitación a la investigación química", Eudeba, 1977.