EDITORIAL UNA FRASE POCO FELIZ No hay nada peor que un escéptico", afirma Víctor Sueiro en su último best-seller pseudocientífico La Gran Esperanza. Y es cierto. Ningún escéptico se tragaría la ensalada esotérico-religiosa con pretensiones de sustentación científica que nos quiere vender en ese libro. Nos contentamos con ser "nada más que inteligentes" sin proferir frases agraviantes a los creyentes. Tal vez el autor confunde escéptico con fanático, ateo, materialista, positivista, mecanicista, o enviado de Satán. Tal vez no conoce la diferencia entre el escepticismo radical (aquel que niega la posibilidad del conocimiento) con el escepticismo moderado que se practica en el ámbito científico, cuya propuesta es suspender el juicio sobre una afirmación hasta que se tengan pruebas. O tal vez esta clase de escepticismo ya sea para él una herejía. Para brindar una visión objetiva sobre el tema de la "vida más allá de la vida" se deben proporcionar todos los puntos de vista, más allá de que uno se incline por alguno en particular. ¿Habrá leído Sueiro los trabajos de Susan Blackmore y James Alcock --entre otros tantos-- sobre las experiencias cercanas a la muerte? ¿Podrá contemplar --antes de abrir juicio sobre los escépticos-- hipótesis alternativas sobre su Gran Experiencia? Así como no debe confundirse escéptico con "niegalotodo", tampoco hay que confundir creyente con crédulo. Cualquiera puede creer lo que quiera, pero no debe tergiversar las cosas esperanzando a miles de personas ávidas de cuentos de hadas. Porque la Gran Esperanza puede transformarse en el Gran Espejismo. Debatamos el tema con seriedad y en forma imparcial, si Ud. quiere, Sr. Sueiro. Si no, escriba una novela --presentándola como tal--, o hágase sacerdote o pastor y predique la buena nueva. Es más honesto que insultar a los que no están de acuerdo y, además, se esfuerzan en investigar seriamente un fenómeno. Alejandro J. Borgo |