Revistas‎ > ‎EOE 6‎ > ‎

EL PSEUDO LENGUAJE CIENTÍFICO

 

El pseudo lenguaje científico


LIC. DANIEL R. DE CINTI *


Una de las formas predilectas de los charlatanes para otorgar aires de seriedad a los disparates que dicen, es hacernos creer que tienen aval científico. Esto lo llevan a cabo utilizando un lenguaje que se parece al de la ciencia: un pseudo lenguaje científico. Para demostrar que no es oro todo lo que reluce, el autor expone algunas claves a tener en cuenta toda vez que nos enfrentamos con el carnaval esotérico.


  • El autor es Miembro Consultor del Cairp, Director de Docencia e Investigación del CAIS, profesor de Bioestadística e investigación en la Escuela de Enfermería de la Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires, y Director del Instituto de Metodología de la Investigación Científica (IMIC).


Con la expresión ciencia vs. pseudociencia podríamos representar resumidamente lo que ocurre actualmente en más de un campo de la vida diaria: la proliferación de pseudociencias (en su mayoría mancias) que pretenden y consiguen desplazar al conocimiento adquirido y efectivo por una parafernalia de especulaciones sin sentido. Ante este avance una posición expectante no es aconsejable. En general, no vale el "ya se van a dar cuenta", "a la larga la razón triunfa", etc. No es valedero esperar que a la larga se den cuenta porque a la corta perdemos todos. Quizás este lenguaje no parezca el de un metodólogo, pero es simple, comprensible, y, sobre todo, adecuado a las necesidades de oponer la ciencia a la pseudociencia.


J. R. Musso (1) definía la actitud científica mencionando dos conductas bien establecidas: la petición del esclarecimiento de los significados de lo que se quiere decir, y la confirmación por vía empírica de las afirmaciones que se esgrimen. Recomen-daba dos preguntas frente al interlocutor: 1) ¿Qué quiere decir?, indagando el significado de los términos expuestos, repitiendo la pregunta hasta que exista un acuerdo semántico, esto es, hasta que se entienda a qué se está refiriendo, condición básica para una ulterior investigación de lo afirma-do; y 2) ¿Cómo lo sabe?, indagando así sobre la experiencia en que se ha basado el interlocutor para realizar dicha afirmación.


A poco de interpelar a nuestro pseudo-científico con estas dos preguntas, su cas-tillo se desmoronará --hecho del cual ya nos percataremos, sea por su ira o por su perplejidad. No podrá definir lo que está afirmando y no sabrá cómo sustentarlo. Como diría Musso, ha presentado un cheque falso o sin fondos.


Si no ha comenzado por esta vía, basará toda su argumentación en tres ejes:

--el uso de tecnicismos propios o ajenos en procura de un mimetismo científico, utilización ilegítimamente dogmática,

--desvalorización del conocimiento científico por lo provisorio de su certeza, y

--ataque a la ciencia por sus "aplicaciones destructivas".


Más aún, si no percibe anticipadamente ningún peligro pasará ordenadamente por estos tres estados. No mencionaremos al argumento que se refiere al ataque a la ciencia por sus aplicaciones destructivas, pues sencillamente es confundir ciencia con tecnología, es confundir conocimiento con aplicación. G. Klimovsky, I. Asimov, y M. Bunge ya han tratado el tema en números anteriores de esta revista (2), (3), (4).


Sobre el carácter provisorio de la certeza del conocimiento científico también se ha hablado, aunque no está de más recordar un análisis lógico muy simple: es verdad la falta de "certeza" de un enunciado cien-tífico, pero al menos existe una medida de esa "certeza" dada por la probabilidad de que lo que digamos sea verdadero. De no existir esa medida, cualquier enunciado tendría la misma probabilidad de ser verdadero; es decir: digamos lo que digamos no sabríamos lo que estamos diciendo. Es más, ningún conocimiento sería posible pues cualquier afirmación carecería de una medida de su certeza. Cabe preguntar-se si el objetivo último de todo pseudocientífico no será éste. Ante el caos de la incertidumbre triunfa la elocuencia.


Demasiado a menudo, el lenguaje de las pseudociencias parece tan técnico, tan lleno de referencias a hechos, situaciones, vivencias, apoyado por la tecnología y por los profesionales, que se hace dificultoso separar el trigo de la paja. El diálogo es tan intrincado que hasta parece ciencia. ¿Cómo reconocer un lenguaje o una exposición pseudocientífica? Existe una creciente dualidad --solapada-- de atacar la ciencia por un lado y utilizar un lenguaje "científico" por el otro; una forma de llegar al auditor con "poder" en los argumentos. Fuera de la sugestiva idea de que quienes quieren reemplazar a la ciencia por otros modelos alternativos usen precisamente aquello que atacan como herramienta para mostrar lo suyo como "verdadero"-- en clara contradicción con todo conocimiento científico, que sólo recurre a él mismo y sus hechos para sostenerse--, analizaremos algunos aspectos relevantes de los que podemos llamar el pseudo lenguaje científico.


EL ARSENAL PSEUDOCIENTÍFICO


Los modelos "inescrutables"


Una de las formas de presentación son las energías de todo tipo: positivas, negativas, sin definir cuáles son las operaciones que debemos seguir para detectarlas y menos aún cuáles son los por qué de la positividad o negatividad. Hay buenas y malas energías, conceptos que ningún cuerpo teórico perteneciente a la ciencia podría utilizar, porque implicaría un compromiso metafísico con la realidad. Otra es sostenerse en incontrastables Entelequias Universales Ocultas donde nada ni nadie puede acceder, pues ellas mismas se cuidan de "no interferir" con nosotros. Típico de los platillólogos y E.T.ólogos: dioses, marcianos, jesúses incógnitos, flujos energéticos del más allá o mensajes recibidos por elegidos.


La parapsicología (no será la última vez que la nombremos) tiene una hermosa estructura de este tipo, basada en dos conceptos excelsos: erraticidad y no-fisicidad. Si en una prueba se obtienen resultados positivos, es porque el fenómeno PSI estuvo presente. Si no se obtienen, era de esperarse, pues el fenómeno PSI es "errático" y su aparición "impredecible". Aún haciendo la vista gorda, y considerando posible la existencia de esa erraticidad, habrá que pedir que aquellas excepcionales veces en que aparece podamos "detectarlo". Pero no, no existe esa posibilidad, pues la energía PSI no es física. Para aumentar la incógnita se agregará un de-talle: es inconsciente. Por lo que ni aún el más impreciso de los sistemas de comprobación --a saber, la introspección-- nos servirá para darnos cuenta de este fenómeno tan maravilloso, causante de "todos" los procesos parapsicológicos.


Démosle una chance más y pidamos sólo algún indicador deducible del cuerpo teórico que lo sostiene: no existen. No hay nada.


El Control Mental recurre al mismo modelo con su "estado alfa". Muchas Psicologías Psicodinámicas recurren a este artificio, postulando "niveles de status ontológico real" tales como el par Consciente-Inconsciente, el trío Cuerpo-Alma-Espíritu o el cuarteto Cuerpo-Psiquis-Alma-Espíritu, donde después de haber postulado la inaccesibilidad, se colocan otros procesos, hechos o conceptos dentro de ellos, algunos de los cuales tampoco han sido agra-ciados con la necesaria definición previa.


Los neologismos sugerentes, preciosos, pero generalmente vacíos, son muy frecuentados para hacer ver las cosas tortuosamente, como si esto fuera signo de ciencia. Cuando se encuentre ante algo que le están tratando de explicar, pregunte: ¿Qué quiere decir? ¿Cómo es? ¿Cómo actúa? ¿Dónde es posible reconocerlo? Si las respuestas a estas preguntas no pueden ser al menos sugeridas, cuando no requieran de ningún tipo de realidad para sostenerse, cuando sólo haya que "sentirlas", "dejarse inundar" por su fuerza o usted deba ser inducido a su "visualización", abandone a su interlocutor. No sabe de lo que está hablando y probablemente pierda su tiempo con él.


La presunta clasificación de los fenómenos


Aquí no se cumplen los requisitos de inclusión y exclusión; es decir, un mismo hecho o fenómeno puede clasificarse en más de una categoría. La parapsicología proporciona uno de los ejemplos más interesantes con su integración teórica del fenómeno PSI: al ser éste el que está siempre presente, un mismo hecho puede ser Telepatía, Clarividencia o Precognición. La intrincación es tal que cualquiera de estos supuestos fenómenos puede tener como contra-hipótesis a cualquiera de los otros; hasta la Psicokinesis puede ser una contra-hipótesis de los anteriores.


Otro ejemplo lo conforma la astrología, donde las clasificaciones ---amén de ser arbitrarias-- no encuadran, hoy por hoy, con la realidad incuestionable de las posiciones planetarias.


Las medicinas alternativas suelen tener poco y nada que ver con la medicina. Muchas de ellas desconocen los sistemas presentes en el organismo humano. Un día hablan de metabolismo, otro de inmunología, otros quizás inventen entradas, chakras y hasta pasillos. Pero sólo son túneles oscuros. Cuando usted empiece a sospechar que todo tiene que ver con todo, seguramente nada tendrá que ver con nada.


Los "hechos"


No existen pruebas concretas de ninguna de las habituales afirmaciones prácticas de las pseudociencias. Y esto no es dicho a la ligera, ya que hay pruebas suficientes de su inefectividad. La parapsicología (que, aceptémoslo, tuvo una iniciativa relativamente bien encarada al tratar de probar primero sus afirmaciones por vía de la investigación) no ha logrado una so-la prueba fuera de toda duda y aún tendría que revisar sus teorías.


Una persona con problemas psicológicos recurre a cuatro líneas terapéuticas y todas pueden clasificar el problema en alguna de sus categorías teóricas. Asociado a esto, un gran postulado pseudocientífico: cada persona es una pieza única. Los médicos lo saben, pero no por eso dejaron de sistematizar los tratamientos.


El científico utiliza un proceso por el cual sus ideas son confrontadas con la realidad y luego el conocimiento adquirido se puede aplicar para el uso general (si fuera el caso). En las pseudociencias, el proceso pasa por alto la prueba científica: de la especulación salta a la aplicación y luego de ella pretende obtener las pruebas contundentes de su efectividad. Sólo tenemos "casos", cuando lo que necesitamos son tendencias, generalidades, leyes. La situación se agrava porque los casos "acertados" (un enfermo que se "curó", un vidente que "la pegó") son divulgados, pero los fracasos no, porque aquél que le hizo caso al pseudocientífico y tuvo problemas, no revela a nadie tamaña tontería. A esta actitud la denomino el principio del ridículo.


Qué decir de las muestras, de su validez. Un ser humano no es un paquete de jabón en polvo, que puede darse el lujo televisivo de preguntar a una sola persona y afirmar: ¡está comprobado! Pida pruebas, no acepte casos aislados; si se recurre a la presunta evidencia de los hechos, deje al vidente. Evidentemente, no ve más allá.


Lo "predecible"


La predictibilidad --o forma de comprobación científica donde prevemos los resultados futuros, basándonos en la deducción desde un marco teórico, pronóstico que tiene una forma precisa cualitativa y cuantitativa-- en las pseudociencias se torna mera profecía. "Usted es una persona agradable" ¿Y quién no lo cree de sí mismo? "Algo lo preocupará esta semana" ¡Con leer el diario!— "Sus problemas se irán despejando". Ninguna situación conflictiva mantiene el mismo status a medida que pasa el tiempo, aunque más no sea por ser analizada recurrentemente. Lo cierto es que cuando se pide precisión en la predicción, no hay aciertos; las fuerzas abandonan a su poseedor, existe una "negación" o alguna variable extraña ha contaminado el proceso, o vaya a saber uno qué pasó. Si pregunta por un yerro y encuentra una evasión, no lo dude: evádase.


Las "explicaciones aceptadas"


En la ciencia no ha sobrevivido ninguna explicación, habiéndose encontrado otra que no sólo la engloba, sino que brinda mayor información. Sin embargo, las pseudociencias generan lo que llamamos escuelas. ¿Qué son las escuelas? Simple-mente puntos de vista. Los cuerpos teóricos (en realidad especulaciones) son tan vagos y ambiguos que cada uno "interpreta" algo distinto. Lo asombroso reside en que todas parecen tener razón y encajan con los hechos. Las psicologías psicodinámicas tienen no menos de 36 escuelas. La astrología cuenta con 4 formas de profetizar (como mínimo) y pueden ser posibles muchas más.


El principio de autoridad se encuentra a la orden del día. Se recurre a personalidades de fuerte impacto popular para que sirvan de "aval", o simplemente se invoca una asociación con Doctores, Licenciados, Masters, o cualquier otra condecoración que otorgue un halo de respetabilidad. El sólo hecho de publicar algo en una revista cumple la función de brindar seriedad, tan sólo porque publicar no es fácil. Cuando encuentre una postura que no se concilia (o reconcilia) con otros conocimientos adquiridos en otras ramas de la ciencia o la tecnología, y a veces, por el contrario, niega o reinterpreta los resultados ajenos con tal de sobrevivir, usted seguramente estará frente a un dogma. Contrariamente a lo que se aconseja sobre el cólera, debo decir: Tenga miedo y tenga cuidado.


Una pizca de principio ético y moral


Si todas estas especulaciones sólo se usaran para un "carnaval neuronal" podrían ser admitidas, pero la cosa no queda ahí. Los abusos cometidos en supuestos tratamientos con seres humanos son tan aberrantes como peligrosos. Tan pronto como se abandona una terapia médica de eficacia comprobada, se pasa a una cirugía a la filipina; se apela al poder de las pirámides para solucionar un problema económico; no se atiende la conducta desadaptada de un chico por esperar un darse cuenta que puede ocurrir en los próximos años, para un aneurisma cerebral nos podrían indicar "un trapo rojo contra el mal de ojo", y, también --sin tener pinta y en la vía-- podría esperar que "próximamente una fenomenal mujer se me acerque y cambie mi vida".


Somos seres humanos y nuestros sufrimientos no puede estar a merced de las trampas del lenguaje, de las especulaciones del esoterismo, del tal vez será— Para decirlo en pocas palabras, en manos de la pseudociencia.


Referencias:


1) Musso, J.R., Introducción a la investigación psicológica. Inédito, 1970, IMIC.


2) Klimovsky, G., En contra de la ciencia, a favor de la ciencia. EL OJO ESCÉPTICO, n° 4, abril 1992.


3) Asimov, I., El colorario de Asimov. EL OJO ESCÉPTICO, n°4, abril 1992.


4) Bunge, M., Seudociencia e ideología. Ed. Alianza, 1990.


ABSTRACT


How falsely scientific jargon props pseudo-science into respectability and ways to recogni-ze the ruse. Neologisms, generalizations, pseudoclasifications, uncontrastable models, and other tools of pseudoscience are examined.


Pags.15-19